Cultura

“La idea de la supervivencia es la que marca a fuego los roles”

Juan Carrá habla de su cuarta novela, "No permitas que mi sangre se derrame". Una historia de marginalidad, violencia, corrupción, cárcel, rivalidad, códigos y, también, amor.

Marginalidad, poder, violencia, códigos, vínculos, luchas sociales. En “No permitas que mi sangre se derrame” (Reservoir books) en librerías desde hace menos de un mes, el marplatense Juan Carrá cuenta una historia y muchas historias a la vez. La historia de la rivalidad y las bandas de Jorge y Lucio, sus delitos, las relaciones con su comunidad, sus lealtades, sus principios y sus miserias. Pero también una historia que muestra a quienes son invisibles para las instituciones formales. En la novela la villa es “La Jerusalén”, la cárcel, “la 66, El Infierno”. Los personajes no van a misa, pero invocan a sus santos, rezan, tienen sus ritos de supervivencia. Cuidan a los suyos. Y matan. Y mueren. En el código de western urbano dentro de la novela negra argentina contemporánea, denuncia la corrupción policial, la ausencia del Estado. “Me interesó el juego de poner en escena lo que, usualmente, socialmente se invisibiliza o se estigmatiza, por más que sea desde la ficción porque el texto es ficción pura”, apuntó el autor, en una charla con LA CAPITAL en la que desgranó los aspectos más importantes del proceso creativo y los mensajes de la obra.

– La novela cuenta una historia y, paralelamente, hay muchos simbolismos, críticas e ironías. El hecho de que el génesis de la villa, de los personajes, sea un predio dejado de lado por el Estado y la Iglesia ¿Te referís especialmente al abandono de todas las instituciones formales a la marginalidad?

– Totalmente. Es la lógica de la trama. Se unen dos cosas netamente literarias. Una la tradición literaria argentina, la gauchesca como un género que supo hablar de los perseguidos por el Estado, del gaucho como el sujeto social que fue impulsado al delito por el Estado mismo. Si eso se traspola a la actualidad podemos pensar que la novela criminal argentina es heredera directamente de esa tradición. Y en la operación narrativa que hace Oscar Fariña en El guacho Martín Fierro, de sustituir el gaucho por guacho ahí se está fundando una lógica dentro de la literatura contemporánea que sigue manteniendo una tradición con la de finales del siglo XIX y principios del XX. Eso lo estoy retomando desde el lado de la idea de la ausencia del Estado o el Estado como perseguidor o como constructor del delito funcional para el funcionamiento de sus mecanismos.

– También están la fe, las creencias, el sincretismo que no les ofrece la religión tradicional.

– Me interesaba jugar con otro elemento de la literatura, la ucronía, la idea de tomar personajes preexistentes en otras ficciones o textos y ponerlos en juego en nuevos escenarios o nuevos conflictos. Y en este caso, el juego fue con santos populares y arcángeles. Ahí aparecía mucho la necesidad de trabajar sobre cómo en el culto hegemónico están construidos esos personajes en la narrativa religiosa y qué de eso se podía aprovechar en una estética de western y entender que iban a ser parte del mismo fango que los otros iban a estar en el mismo universo, con los pies en la tierra, teniendo que curtir la misma situación que los otros personajes para sobrevivir, convertirlos en verdaderos supervivientes.

Ahí aparece esto de la estética religiosa, esto de la Jerusalén como nombre de esta tierra, este espacio de gente que pone sus chapas para armar su rancho, ese predio abandonado, y montan ahí. Como eje de esa villa que crece queda una cruz gigante en el medio.

– Es el eje de la villa, eje de los hechos fundantes de la historia y, luego de situaciones clave.

– Sí, la apertura de la novela está en ese territorio, una cancha de fútbol del centro de la villa, con un duelo mano a mano entre Jorge y Lucio. La novela arranca fundando la rivalidad. Es la primera de una serie de confrontaciones de ellos y sus bandas. Cada uno tiene su banda, incluso hay traspasos de personajes de banda a banda, con una construcción pensando en cómo cada uno de esos arcángeles o santos populares juega en la lógica de esos conflictos.

– Ese enfrentamiento se traslada en una segunda parte de la novela a otro territorio, que también denunciás: El sistema carcelario y la corrupción policial.

– Sí, la novela tiene dos territorios en disputa, primero la villa y luego el interior de un penal. Me interesaba contar que mientras afuera uno de ellos era el que ponía las reglas, adentro el rol se invierte, por lo tanto se invierten las relaciones de poder y los mecanismos de enfrentamiento.

Uno se convierte en el rey de ese espacio y cuando vayan llegando los demás se tendrán que acomodar o no a esas nuevas reglas.

La llegada de Lucio al penal es un juego simbólico con el poema de John Milton El Paraíso Perdido. Cuando cuenta el mito de la caída de Lucifer en el infierno, el encuentro de Lucifer con otros demonios y la conjunción de fuerzas como para ir a confrontar de nuevo con Dios. En esa asamblea de demonios que cuenta Milton a mí me generó una idea de motín y a partir de ahí se trabajan las relaciones de poder dentro del penal.

– Otra cosa que muestra es que lo que desde afuera podría parecer caos -en la villa, en la cárcel- no lo es. En la ausencia del Estado, de la formalidad, hay una necesidad natural de organización, con propias estructuras y relaciones de poder.

– Aparece la organización popular, con los vicios propios de la idea del poder. La idea de la supervivencia es la que marca a fuego los roles que se van cumpliendo en los universos que se narran. Sobrevivir primero, sobrevivir yo y los míos, después los demás vemos. Ese código sí está, la protección de los propios. Por los míos todo, es a todo o todo. Porque ahí, si hay traición, es hacia los otros o hacia los que no respetan.

Realidades paralelas

– En cómo va cambiando el equilibrio o desequilibrio de fuerzas, hay cambios en esa realidad paralela adentro/afuera.

– Sí, el intra/extra muro, para mostrar en términos de contraste que casi es el mismo infierno. Y también me interesaba mostrar qué pasa con los que están afuera, cuando los demás están adentro. Esta ida de Luján a la cárcel como visitante.

– Mencionás a Luján y si bien en este libro personajes femeninos no son protagonistas, si son fuertes, determinantes.

– Poli y Aurora son muy fuertes, antagonistas entre sí, que construyen entre ellas una especie de odio que heredan sus hijos y se convierten en rivales. Lo que me interesa ver a través de ellas es que son dos madres solas, que en plena crisis económica en un mundo que se les viene encima no dudan en poner el pecho a la situación por ellas, por sus hijos y por sus compañeros de la villa. Me interesa dentro de mis novelas que las mujeres jueguen roles diferentes de los que habitualmente juegan en la literatura negra. Esta no es quizás donde más se muestra pero las fundantes de los vínculos son dos mujeres, madres solas. Una de ellas es la que se pone delante de las topadoras. Y eso tiene una relación directa con lo que nos tocó vivir en la crisis de 2001, el proceso de desocupación y las mujeres por delante en la lucha social. Las mujeres eran las que estaban parando la olla de verdad. Como sujeto social se empoderaron desde un lugar tremendamente visceral. Me interesaba que esa crisis económica social estuviera representada. Y rescato muchísimo del rol de la mujer, en esa lucha fueron determinantes dentro del proceso social a partir de la tremenda desocupación y la organización de los movimientos de desocupados.

– También aparecen temas que ya has abordado como la violencia de género, y los códigos de relaciones de pareja que se tejen.

– En lo que tiene que ver con la violencia de género, me interesó ver cómo a partir de determinadas escenas que ponen de relieve determinadas relaciones de poder y denunciar también la reacción de las fuerzas de seguridad ante este tipo de casos, el desinterés absoluto ante una práctica que se naturalizó y que por suerte culturalmente se está empezando a romper.

– Con esfuerzo se va rompiendo, en parte gracias a que se habla, se expone…

– Sí, y me parece que la literatura tiene que jugar un rol, sobre todo la literatura de estas características que trata de meter un poco el dedo en los conflictos sociales. Me parece que no se le puede esquivar el bulto a esas cosas. Y no es una lógica de oportunismo, era fundamental en la historia.

– En la historia también se replica el concepto machista en una relación homosexual.

– Sí, el concepto machista de un hombre que ama a otro hombre pero no puede soportar hacerlo público, no puede aceptar el goce de una manera que no sea traumática, por eso después del goce viene la violencia. Me interesa mucho esa relación en la novela. Tiene un espesor interesante, en el sentido de que Lucio, realmente es feliz ahí. Es amor real, hay una entrega física y el deseo se impone a la racionalidad y el deber ser de ese hombre que tiene que ser fuerte para los demás, la idea del macho.

– Por último, no falta la referencia a Mar del Plata y a un sector castigado, como los trabajadores de la pesca y el sector portuario.

– Dos de mis novelas transcurren en Mar del Plata, en Lima se viaja a Mar del Plata. En esta no, pero yo quería que Mar del Plata aparezca de alguna manera. Y cuando empecé a trabajar lo de los arcángeles, llegué a Rafael, cuya imagen tiene un pescado en la mano. Ahí vi el puerto, la gente que se sube a las lanchas y que todos los días sale al mar sin saber si va a volver. Y lo loco que la novela sale justo después de una serie de naufragios fuertísimos. El caso del Repunte primero, el Rigel después, el buque español y en la novela está la idea de “guarda con cargar demasiado el buque porque después los motores no tienen la fuerza suficiente para llegar al puerto y con el mar no se jode”. Y nace también el personaje de ‘El Marino’ que es un marplatense que se viene a Buenos Aires en busca de un destino diferente. Ese tipo que siente que hay algo más, que puede dar algo más y que el sistema no le permite ser y en el tarot lee la posibilidad de otro destino, otro espacio y así llega a quedar bajo el ala de Lucio.

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